Si seguimos consumiendo al ritmo actual, en unos años necesitaremos los recursos equivalentes a tres planetas. ¿Cómo podemos evitar este pronóstico?
La crisis a la que nos enfrentamos con la pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema económico actual. Nuestra recuperación requiere un cambio drástico en nuestros patrones de producción y consumo por un modelo circular en el que todos los productos se diseñen y produzcan considerando el uso eficiente de los recursos naturales, su reutilización, reciclaje y la minimización de residuos. Contamos con una oportunidad única para hacer una transición a un modelo más sostenible que sea compatible tanto con el desarrollo económico y social como con el planeta, y que nos permita dar el salto definitivo a una economía resiliente y circular.
El nivel de sobrexplotación de los recursos naturales, las emisiones de carbono y la generación de residuos que actualmente generamos son demasiado altos para que los ecosistemas tengan la capacidad de amortiguar o compensar los cambios. Un informe reciente del Banco Mundialnos alerta de que, si se cumple el pronóstico de que la población mundial alcance los 9.600 millones de personas para 2050, se necesitarían cerca de tres planetas para poder mantener el estilo de vida actual.
Y es que el crecimiento de la población en las últimas décadas, fundamentalmente en las grandes ciudades, ha venido acompañado de un aumento significativo del consumo y de un incremento exponencial de la cantidad de residuos producidos.
La situación actual en América Latina y el Caribe no proporciona una visión alentadora. Según un informe reciente de ONU Medio Ambiente, la región genera aproximadamente el 10% de los residuos de todo el planeta. Aproximadamente una tercera parte acaba en basurales a cielo abierto con prácticas de disposición final inadecuadas, que ocasionan graves impactos en la salud y el medio ambiente. Adicionalmente, se estima que se está recuperando únicamente un 10% de los residuos generados y que se desperdicia una enorme cantidad de recursos, tanto materiales como energéticos.
Por ello, la transición a una economía circular, en la que el valor de los recursos, materiales y productos se mantenga durante el mayor tiempo posible y minimice la generación de residuos, será clave. Esta transición impulsará el desarrollo de una economía sostenible, eficiente en recursos, que genere ventajas competitivas y sostenibles. Se evitará a su vez la volatilidad de los precios como consecuencia de la escasez de recursos y ayudará a crear nuevas e innovadoras oportunidades. Por otra parte, podrá convertirse en una fuente de puestos de trabajo locales, brindando a su vez claras oportunidades para la cohesión e integración social.
Aumentar la coherencia de las políticas que fomenten la sostenibilidad ambiental será clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030, en particular el Objetivo 12 de garantizar patrones de consumo y producción sostenibles.
Será fundamental contar en la región con marcos normativos que permitan estimular la sostenibilidad de los sectores clave, ayuden a prevenir la generación de residuos y fomenten su valorización en todos los sectores estratégicos de la economía. Para ello será necesario establecer líneas de acción que fomenten los programas de investigación e innovación en la creación de nuevos materiales, tecnologías que optimicen su recuperación y métodos de producción que fomenten nuestro tránsito hacia una economía circular.
La implementación de las políticas ambientales y sociales de las operaciones financiadas por el BID ofrece claros beneficios para impulsar medidas destinadas a prevenir, reducir, reutilizar y valorizar los residuos, así como para disminuir o eliminar la contaminación resultante de sus actividades, a través de materiales libres de sustancias tóxicas. Además permite reforzar, de ser necesario, las regulaciones nacionales y la capacidad institucional de los prestatarios para cumplir con los estándares internacionales y las mejores prácticas disponibles.
En este sentido, el nuevo Marco de Política Ambiental y Social del BID establece normas ambiciosas en varios ámbitos y proporciona disposiciones de vanguardia para abordar temas ambientales y sociales. Concretamente la Norma de desempeño ambiental y social sobre eficiencia en el uso de los recursos y prevención de la contaminación (Norma 3) reconoce el concepto y práctica emergente de la economía circular y la recuperación de recursos, según la cual es posible crear u obtener productos utilizables y valiosos a partir de lo que anteriormente se consideraba como residuos.
América Latina y el Caribe enfrenta una urgente necesidad de incrementar la inversión en una economía eficiente de recursos. Materiales valiosos están contaminando y dañando nuestros ecosistemas en lugar de ser reutilizados. Por lo tanto, un enfoque de economía circular que abandone definitivamente el pensamiento tradicional de una economía lineal (extraer-producir-descartar) y que ponga el énfasis en la reutilización de materiales y productos será la mejor solución al problema de la generación de residuos.
Nos enfrentamos a un desafío global sin precedentes. Planificar la recuperación económica tras la COVID-19 será una oportunidad única para alinearnos con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, transformando nuestra sociedad y el modelo de economía para asegurar un futuro prometedor para todos.
En varios países se están implementando medidas encaminadas a la recuperación de los materiales contenidos en los residuos. ¿Crees que es un sistema factible de llevar a cabo en el corto plazo y económicamente sostenible? ¿Qué pueden hacer los gobiernos para impulsar el reuso y la economía circular?
Esta entrada hace parte de una serie sobre el nuevo Marco de Política Ambiental y Social (MPAS) del BID. Te invitamos a leer también:
Tres cosas que debes saber sobre el nuevo Marco de Política Ambiental y Social del BID