El mundo actualmente experimenta un cambio tecnológico muy avanzado y desde hace unos 20 años los campos de cultura, ciencia y tecnología han ido en evolución con la llegada de las startups. Claros ejemplos son Apple, Facebook, Google, Uber, o Amazon, que demuestran que los emprendimientos cumplen un rol importante.
Asimismo, para la economía de un país los proyectos emprendedores juegan un papel fundamental debido a que crean oportunidades de empleo, generan riqueza ocasionando un crecimiento económico, no solo en el sector privado, sino también promueve la participación de los gobiernos.
Aunque el rol de estos últimos solo debe ser de facilitador, ya que estos podrían terminar «relajando» la ambición emprendedora, señala doinGlobal, organización orientada al desarrollo de Cultura de Innovación Global.
Para poner en marcha una startup o un nuevo negocio, se debe encontrar personas que estén dispuestas a respaldar una idea o proyecto, el cual debe ser capaz de levantar capital inicial a través de su fundador y no depender del Estado.
La participación activa del cliente es primordial para que estas iniciativas obtengan los resultados deseados, resalta doinGlobal™. Un proyecto puede empezar bien, pero si no se implementa metodologías ágiles, está destinado al fracaso.
Qué ofrecer al mercado, cómo hacerlo, quién va a ser el público objetivo, cómo vender un producto o servicio y cuál será el método para generar ingresos; en eso consiste un modelo de negocio. Los modelos que funcionan son capaces de crear valor para el cliente: tienen una propuesta de valor clara, se diferencian de la competencia, establecen fuertes lazos con el cliente y lo fidelizan.
Las startups tienen una gran capacidad para estar al día de las tendencias del mercado y aportar soluciones innovadoras con rapidez, adaptadas a los cambios que se producen en la sociedad y a los nuevos hábitos de consumo de las personas. A su vez, conocen la importancia del cliente para su negocio y mantienen un contacto cercano y directo con el mismo.
Las empresas tradicionales, que en su mayoría son menos permeables a los cambios, saben que de un día para otro la competencia puede revolucionar el sector y, en consecuencia, esto ha acelerado su transformación digital. Es aquí donde entran en juego las startups: son importantes fuentes de innovación para las empresas.
En este sentido, la colaboración entre startups y empresas es cada vez más habitual; a ambas les une un objetivo común, el crecimiento, y por tanto se necesitan mutuamente para escalar en su negocio. Las startups aportan talento y transfieren tecnología a las compañías, generan un impacto positivo en las mismas y favorecen su digitalización.
Estar abierto al cambio es una de las claves en la transformación digital, ya que hoy en día este se produce a gran velocidad. Este es otro de los motivos por los que las empresas emergentes tienen tanto valor para las tradicionales: son ágiles, reaccionan al cambio con rapidez y gestionan bien el riesgo.
Aunque hayamos dividido el artículo en tres puntos, todos ellos están estrechamente relacionados entre sí. En este ecosistema, las startups, la innovación, las empresas, la digitalización y la tecnología forman parte de un todo. Entonces, a modo de resumen, ¿por qué son importantes las startups?
Ver también: ¿Conoces los «ocho valores fundamentales» para empezar a innovar?
Son importantes porque son las protagonistas de los cambios disruptivos en el ecosistema empresarial; porque lideran la innovación y la llevan a las grandes empresas, impulsando la digitalización de las mismas; porque generan nuevos modelos de negocio, desarrollan soluciones innovadoras con rapidez y tienen capacidad para adaptarse a los cambios en el entorno y la sociedad y crear nuevos productos y servicios para las necesidades de los clientes de hoy en día.
El marketing es la herramienta principal de este tipo de empresas para darse a conocer es Internet. Por ello, el binomio que crean el marketing y las tecnologías, es a menudo aprovechado por las empresas que están tratando de explotar nuevos nichos de mercado para expandirse.
Una vez te posicionas en esa gran plataforma virtual, te haces visible para los “bussines angel” o inversores de este tipo de compañías. Si has conseguido una buena imagen para tu firma en el imaginario colectivo, un plan de marketing será el salvoconducto para un volumen de negocio rentable o satisfactorio. Veámos un ejemplo:
WhatsApp, una aplicación de mensajería para smartphone creada en 2009 por antiguos trabajadores de Yahoo, fue adquirida cinco años más tarde por Mark Zuckerberg, dueño de la compañía Facebook, por la suma de 19000 millones de dólares.
La respuesta de esta compra es muy sencilla; WhatsApp ofrecía privacidad a sus usuarios, algo que gustó tanto a los consumidores que en cuatro años sumó más seguidores que el propio Facebook. Además, la sencillez de su servicio y el propio precio de la aplicación, gratuita para iOS y de un euro anual para Android, la ha elevado hasta la apertura de nuevos horizontes en diferentes puntos del planeta.
Esto no significa que nos vayamos a hacer millonarios con nuestra startup. De hecho, muy pocas empresas consiguen estos altos beneficios. Pero sí nos mandan un claro mensaje que indica que todo está en Internet.
Tres de cada cuatro internautas tiene un perfil en alguna red social y además utilizan éstas para sus propias necesidades. Buscan un grupo con el que sentirse identificado en Facebook. La inmediatez de la noticia que puede ofrecernos Twitter. Una bonita foto de un gato durmiendo en un cuaderno que nos da los buenos días en Instagram. El perfil correcto en LinkedIn.
Cualquier búsqueda cotidiana en Google, son motivos para que las empresas utilicen cada día las redes sociales para hacerse visibles y dar a conocer su modelo de negocio.